Más de uno me pregunta qué hago yo aquí, escribiendo un blog, sin cobrar un euro, quemando horas de sueño y tiempo libre, estrujando los sesos (con s) para sacar textos, esforzándome en actualizarlo todos los días, en darlo a conocer, en enlazar con más blogs, en contestar a comentarios, en conversar con los lectores, en ojear el número de visitas, en husmear dónde, cómo y cuándo pinchan aquí… Más de uno no lo entiende y, a veces, también me invade esa duda. Pues me explico. Escribo este blog desde el 4 de enero del 2005 por mi pasión por la información y la actualidad, porque lo necesito, por evitar que me oxide en esto de escribir, por desahogo mental, por engrasar el cerebro y la conciencia, por huir de rutinas, por intentar aportar mi gota al mar del buen periodismo, por irradiar pluralidad, por corresponder y satisfacer a los que pasan por aquí, por darle alguna vuelta a la tortilla informativa, por…
Tantas, tantas y tantas razones me llevan a esta adicción al blogging. Pero hay una, sólo una, que es la más poderosa para cualquier humano, la más determinante, la que nunca hace dudar. Es simple, contundente e irrebatible. La pongo en el título.
Este post se reproduce íntegramente en el libro «La Revolución de los Blogs», de José Luis Orihuela
No sé dónde me meto
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