
La
cultura del pelotazo que se vivió en los malos tiempos del PSOE se convirtió en una
vergüenza nacional, una salida de tono de
ciertos personajillos muy mal vista por los contribuyentes.
Beneficiarse a costa del cargo o el dinero público era un desprecio hacia la ciudadanía, que asistía incrédula al
baile de caraduras que sacaban tajada día sí, día también. Aquello se persiguió, se denunció y se publicó en todos los quioscos. Años 80 y 90 de mucho money, mucho bronceado invernal y mucha sonrisa blanqueante. Y hasta hoy poco se volvió a hablar de ese
submundo de aprovechados. Pero el dinero es el dinero y vuelven a surgir
investigaciones fiscales y periodísticas que apuntan a que actualmente hay tantos o más
buscavidas que antaño. Se nota, se siente, que el pelotazo sigue ahí,
bailando con la gran especulación que nos invade. Sólo hay que ver el ritmo de vida de ciertos individuos/as a nuestro alrededor.
Amparados en la legalidad de sus operaciones, ciertos empresarios, particulares y listillos acaparan
comisiones, concesiones y licencias multimillonarias inalcanzables para el ciudadano medio. Todo gracias a tener
poderosos amigos en poderosos despachos.
Cada comunidad y cada partido político tienen varios
ejemplos de aprovechados en sus filas. Gente que se mueve
al filo de la ley importándole un pimiento eso de
la ética, la moral y las incompatibilidades. Sólo hay que abrir y leer a fondo la prensa cada mañana. Están cerca de nosotros y muchos dando lecciones de buen hacer a la ciudadanía. La fórmula para forrarse de risa, de reventas y de dinero fácil es simpe y universal:
si tu me das, yo te doy. Y si no me molestas, te doy más. ¿Capici?